Agustín Gómez Arcos
320 páginas
Editorial Cabaret Voltaire
Publicado 1989 (2023)
Narrativa contemporánea
Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933 - Paris 1998) nace en el seno de una familia republicana. A los veinte años, tras haber finalizado su bachillerato en Almería, se desplaza a Barcelona para estudiar Derecho, pero pronto descubre que su vocación es la literatura y su auténtica pasión, el teatro. A mediados de los años 50 se traslada a Madrid, donde trabaja como actor, director de escena y traductor. Su labor de dramaturgo es merecedora, en dos ocasiones, del Premio Nacional Lope de Vega, pero la censura prohíbe la representación de sus obras. Acosado por la dictadura, decide exiliarse: primero en Londres; luego, definitivamente, en París, donde se instala en 1968, dedicándose, desde entonces, al género narrativo. Gómez Arcos murió tras haber sido galardonado con numerosos premios literarios y condecorado con la Orden de las Artes y Las Letras francesas con grado de caballero (1985) y de oficial (1995). Su obra forma parte del programa educativo de los liceos franceses. Murió, en suma, como un escritor prestigioso y, como tal, fue enterrado en el cementerio de Montmartre.
Algunas de sus obras son: El cordero carnívoro (1975), María República (1976), Ana no (1977), Escena de caza (furtiva) (1978), La enmilagrada (1981), El niño pan (1983), Un pájaro quemado vivo (1984), El hombre arrodillado (1989) y Poesía (Obra completa) (2011).
Un hombre joven mendiga postrado en la calle, detrás de un cartel donde pueden leerse las súplicas, que él no se atreve a pronunciar: las palabras de la miseria. Pero ¿cómo ha llegado ahí ese joven fuerte, en la flor de la vida? Al narrarnos las distintas estaciones de su particular calvario, Agustín Gómez Arcos lanza una mirada feroz e implacable, llena de desencanto, a la España posfranquista, a los años de la Movida y a las hirientes desigualdades sobre las que se cimenta la mal llamada sociedad de la abundancia.
El joven se dirige a la Gran Vía, intenta fundirse con los viandantes, gentes de vida oscura que renacen de las cenizas diarias, fénix quemados a perpetuidad antes de emprender el vuelo. Marginales de toda ralea atestan la avenida, muy concurrida entre medianoche y el alba. Aparecen por todas partes, emanan rincones oscuros, surgen súbitamente de las callejuelas como ratas gigantes que abandonan la cloaca al olfatear epidemia y podredumbre.
¿Cómo un hombre joven, sano y fuerte puede llegar a ese estado de indigencia? Y una vez que ha tocado fondo, ¿será capaz de levantarse y dejar de estar de rodillas?
Ahí, arrodillado, no es el mismo joven optimista que abandonó el pueblo dos años antes. Más alegre que unas pascuas. Dispuesto a conquistar el mundo.
Cuando la miseria lo pone a uno fuera de combate, los buenos sentimientos bajan pronto al infierno. Lógico: es su sitio.
¡Ves, muchacho, hasta de rodillas sigue uno siendo alguien, siempre hay otro más pobre, más desgraciado!
Él es la víctima, es verdad..., pero el destino nunca hará de él un rebelde.
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